Esta tercera jornada de Sabiendas y Subiendas tuvo como invitados principales a Jorge Enrique Trujillo, apodado “carreritas” y a Exael Olaya, apodado “jirigüelo”. En esta sesión exploramos el lenguaje particular, dichos y apodos de los pescadores. El encuentro estuvo dirigido por Laura Wiesner y Germán Ferro.
El Río cuenta, relato de pescadores
El Río cuenta, relato de pescadores
El acompañamiento sonoro en vivo, lo realizó Jairo Celemín, quien al inicio puso a sonar la canción A quién engañas abuelo, del compositor Arnulfo Briceño. Germán abrió la conversación mencionando la importancia de esta canción, en cuanto a la historia de las violencias multi-partidistas de nuestro país, cuando un nieto le pregunta a su abuelo qué es lo que ha pasado y por qué está tan triste. Una canción que ha sido escuchada por muchas personas y cuya letra se ha naturalizado tanto, que ya no se tiene en consideración su mensaje por las tantas veces que ha sonado.
Se asume que muchos de los conocimientos propios, de los oficios y de las prácticas alrededor del río, al igual que esta canción se han naturalizado y normalizado por los habitantes. Han sido asuntos de la cotidianidad, que ya no sorprenden a quienes los practican y por tanto, tampoco a quienes podrían practicarlos. Se ha dado por sentado que los relatos y las experiencias que del río existen, siempre han estado y se supone que siempre estarán. Dentro del ejercicio de Sabiendas y Subiendas, sobre todo en esta sesión y en conversación con la mesa curatorial, se decidió hacer un acto de escucha consciente de los relatos propios de los pescadores y sus modos de nombrarse entre ellos, con el fin de reconocer la importancia de su existencia y la importancia de transmitir este saber con los más jóvenes. En esta ocasión, nos acompañaron como escuchas atentos varios de los estudiantes del Colegio Técnico de Puerto Bogotá, de la mano de los profesores Olga Lucía Devia y Tiberio Murcia.
A modo de programa radial, “Carreritas” y “Jirigüelo” contaron varias historias alrededor de la comunidad de pescadores y de la práctica de la pesca. En palabras de los memoristas: “si aquí usted pregunta a alguien por el nombre no lo ubica, pero si usted lo pregunta por el apodo, ahí mismo aparece.”
Se hizo énfasis en que el museo no son solo piezas, u objetos. El museo es un espacio de encuentro, vivo que está buscando revitalizar el contacto con la gente, con el río y las historias dejan huellas en los objetos que hacen parte de lo que este lugar quiere mostrar al público.
Estos son algunos de los sobrenombres de los pescadores que aparecieron: “perro flojo”, “chachaz”, “el toro”, “el científico”, “chau-chau”, “milagro”, “huesitos”, “garrotillo”, “los chicharras”, “general”, “ancla”, “cabeza de vapor”, “mandíbula”, “borracho”, “la perdiz”, “la mueluda entre la alberca”, “mortadela”, “ entre otros.
Hay maneras para nombrar los peces como: “el caloche”, “el bocachico”, “la bagra”, “el nicuro”, “la babosa”, “las totas”, “ el cucho”, “el moino”, “la guabina”, “la capaceta”, “el pejesapo”, etc.
También hay nombres para los sitios donde descansan los pescados y los pescadores, van a capturarlos, estos sitios son conocidos como “camas”. Las “camas” tienen nombres como: “pelaculos”, “la sorpresa”, “el diario”, la rucia, “la calabaza”, “la tolombera”, “qué mala eres”, “peligro”, “la mesa”, etc.
De igual manera, hay nombres para otros sectores de pesca, más conocidos como “bajaderos de pescado”. Algunos bajaderos son: “el hoyo”, “la aventura”, “el fondazo”, “la moya de santa marta”, “remolino”, etc.
También se le colocan nombres a las piedras grandes del río, para estar, como: “piedra del caballo”, “piedra del ahogao”, “piedra rucia”, etc.
En el intermedio de la sesión se invitó a los estudiantes a decir en voz alta unas palabras para el río, a poner la voz para que todos recordaran algunos de los términos que hacen parte de ese universo del ribereño.
Una de las estudiantes, Ana María, contó una historia de infancia. Un día fue de pesca con su abuelo y sus amigos la invitaron a ir a las rocas, con un balde para coger unos pececitos pequeños, transparentes a los que llaman “Totas”. Ella los llevó para que su abuela los cocinara, pero ella le dijo que no eran para comer. Así decidió adoptarlos como mascotas pero al otro día vio que se habían muerto.
Exael, el memorista, mencionó una historia del Mohán y la Mohana. El Mohán es el espíritu del río al que hay que ponerle “chicotes y guaro”.
Elsa Laverde contó la historia de “La chunca”, o caimana mocha. Una caimana a la que le habían cortado una de las patas delanteras en la isla de los terneros o la isla de Corea. El profesor Tiberio, también recordó que hay otras historias similares, protagonizadas por caimanas. Una de ellas, la de la caimana “Rubiela” que se comía los cadáveres humanos que aparecían en el río.
Fueron muchas las cosas que se quedaron por decir, los pescadores manifestaron su deseo de seguir conversando a propósito de sus herramientas, de su vida, de las cosas que deben hacer a diario. Se mencionó lo importante de los nombres de las herramientas de la pesca, como por ejemplo la atarraya y sus partes: flor, copo, manta, seno, crecidos, hijos, trinchos, cabeza de trinchos, cordel, amarre, hijo amarrado e hijo colgado.
Para concluir, se hizo énfasis acerca de la importancia de aprender a escuchar y valorar los relatos propios, lo indispensable de parar la oreja a las historias de la gente con más experiencia de vida. Muchos de los pescadores no tienen formación de colegio, pero su escuela es el mismo río y el hecho de pasar sus vidas allí, les da un saber que no se adquiere en ningún otro lugar. Escucharlos, es la única manera que se tiene para aprender de su saber. Y este rescate del saber oral, es el propósito principal que el Museo del Río Magdalena tiene con este proyecto.
Laura Wiesner
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El Río cuenta, relato de pescadores
El acompañamiento sonoro en vivo, lo realizó Jairo Celemín, quien al inicio puso a sonar la canción A quién engañas abuelo, del compositor Arnulfo Briceño. Germán abrió la conversación mencionando la importancia de esta canción, en cuanto a la historia de las violencias multi-partidistas de nuestro país, cuando un nieto le pregunta a su abuelo qué es lo que ha pasado y por qué está tan triste. Una canción que ha sido escuchada por muchas personas y cuya letra se ha naturalizado tanto, que ya no se tiene en consideración su mensaje por las tantas veces que ha sonado.
Se asume que muchos de los conocimientos propios, de los oficios y de las prácticas alrededor del río, al igual que esta canción se han naturalizado y normalizado por los habitantes. Han sido asuntos de la cotidianidad, que ya no sorprenden a quienes los practican y por tanto, tampoco a quienes podrían practicarlos. Se ha dado por sentado que los relatos y las experiencias que del río existen, siempre han estado y se supone que siempre estarán. Dentro del ejercicio de Sabiendas y Subiendas, sobre todo en esta sesión y en conversación con la mesa curatorial, se decidió hacer un acto de escucha consciente de los relatos propios de los pescadores y sus modos de nombrarse entre ellos, con el fin de reconocer la importancia de su existencia y la importancia de transmitir este saber con los más jóvenes. En esta ocasión, nos acompañaron como escuchas atentos varios de los estudiantes del Colegio Técnico de Puerto Bogotá, de la mano de los profesores Olga Lucía Devia y Tiberio Murcia.
A modo de programa radial, “Carreritas” y “Jirigüelo” contaron varias historias alrededor de la comunidad de pescadores y de la práctica de la pesca. En palabras de los memoristas: “si aquí usted pregunta a alguien por el nombre no lo ubica, pero si usted lo pregunta por el apodo, ahí mismo aparece.”
Se hizo énfasis en que el museo no son solo piezas, u objetos. El museo es un espacio de encuentro, vivo que está buscando revitalizar el contacto con la gente, con el río y las historias dejan huellas en los objetos que hacen parte de lo que este lugar quiere mostrar al público.
Estos son algunos de los sobrenombres de los pescadores que aparecieron: “perro flojo”, “chachaz”, “el toro”, “el científico”, “chau-chau”, “milagro”, “huesitos”, “garrotillo”, “los chicharras”, “general”, “ancla”, “cabeza de vapor”, “mandíbula”, “borracho”, “la perdiz”, “la mueluda entre la alberca”, “mortadela”, “ entre otros.
Hay maneras para nombrar los peces como: “el caloche”, “el bocachico”, “la bagra”, “el nicuro”, “la babosa”, “las totas”, “ el cucho”, “el moino”, “la guabina”, “la capaceta”, “el pejesapo”, etc.
También hay nombres para los sitios donde descansan los pescados y los pescadores, van a capturarlos, estos sitios son conocidos como “camas”. Las “camas” tienen nombres como: “pelaculos”, “la sorpresa”, “el diario”, la rucia, “la calabaza”, “la tolombera”, “qué mala eres”, “peligro”, “la mesa”, etc.
De igual manera, hay nombres para otros sectores de pesca, más conocidos como “bajaderos de pescado”. Algunos bajaderos son: “el hoyo”, “la aventura”, “el fondazo”, “la moya de santa marta”, “remolino”, etc.
También se le colocan nombres a las piedras grandes del río, para estar, como: “piedra del caballo”, “piedra del ahogao”, “piedra rucia”, etc.
En el intermedio de la sesión se invitó a los estudiantes a decir en voz alta unas palabras para el río, a poner la voz para que todos recordaran algunos de los términos que hacen parte de ese universo del ribereño.
Una de las estudiantes, Ana María, contó una historia de infancia. Un día fue de pesca con su abuelo y sus amigos la invitaron a ir a las rocas, con un balde para coger unos pececitos pequeños, transparentes a los que llaman “Totas”. Ella los llevó para que su abuela los cocinara, pero ella le dijo que no eran para comer. Así decidió adoptarlos como mascotas pero al otro día vio que se habían muerto.
Exael, el memorista, mencionó una historia del Mohán y la Mohana. El Mohán es el espíritu del río al que hay que ponerle “chicotes y guaro”.
Elsa Laverde contó la historia de “La chunca”, o caimana mocha. Una caimana a la que le habían cortado una de las patas delanteras en la isla de los terneros o la isla de Corea. El profesor Tiberio, también recordó que hay otras historias similares, protagonizadas por caimanas. Una de ellas, la de la caimana “Rubiela” que se comía los cadáveres humanos que aparecían en el río.
Fueron muchas las cosas que se quedaron por decir, los pescadores manifestaron su deseo de seguir conversando a propósito de sus herramientas, de su vida, de las cosas que deben hacer a diario. Se mencionó lo importante de los nombres de las herramientas de la pesca, como por ejemplo la atarraya y sus partes: flor, copo, manta, seno, crecidos, hijos, trinchos, cabeza de trinchos, cordel, amarre, hijo amarrado e hijo colgado.
Para concluir, se hizo énfasis acerca de la importancia de aprender a escuchar y valorar los relatos propios, lo indispensable de parar la oreja a las historias de la gente con más experiencia de vida. Muchos de los pescadores no tienen formación de colegio, pero su escuela es el mismo río y el hecho de pasar sus vidas allí, les da un saber que no se adquiere en ningún otro lugar. Escucharlos, es la única manera que se tiene para aprender de su saber. Y este rescate del saber oral, es el propósito principal que el Museo del Río Magdalena tiene con este proyecto.
Laura Wiesner
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